Padre querido
Recurro a sus consejos,
me animan sus palabras
de aliento, fuerza y cariño,
padre querido, mi amigo.
Vislumbro una huidiza lágrima,
con disimulo la retira de su cara,
me regala su radiante sonrisa,
me besa, me mima, me abraza.
Pasó el dolor, le digo complacida,
sutil mentira que al momento nos alivia,
sufro su impotencia, su irreal ceguera.
Te quiero mi dulce y buena hija.
Quedo marcha con un beso,
sola en la oscuridad de mi habitación, soy yo,
rostro en rictus de inmenso dolor.
Resumen del día: me arropo con su amor.
María Cruz Pérez Moreno - acnamalaS
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Madrid. España.