VALDELACASA

Complacientes que protejo



Agotadora jornada laboral con los enfermos,
mucho dolor físico por la carga sobrehumana,
necesaria y obligada al movilizar tales cuerpos,
dolor del alma por su incapacidad, dependencia,
tristeza, enfado, lamentos y mucha vergüenza.

Que me voy acercando a sus muchos años,
que me veo en la incomoda situación de ser
como ellos, inválidos, doloridos, muy solos,
perdidos en sus bellos y tristes recuerdos.
Que no deseo verme igual al paso del tiempo.

El anochecer los transporta al planeta incierto,
desconocido, oscuridad, tinieblas les rodean,
se adueñan de su existencia perdida y gritan,
gimen doloridos, buscan insistentes compañía,
una mano amiga que reciba a la lenta agonía.

Claman ayuda, concomitancia, asistencia inmediata,
pánico a perder la vida y afrontar la muerte con
valentía que se abandonó al paso de años en lucha.
Enfrente la dueña de la guadaña pide cuentas,
prendas, oprime, ríe su fuerza y pequeñez de otros.

Silencio, sosiego, sonrío y aprieto sus manos,
susurro palabras de cariño, sinceras, amables.
La muerte pierde terreno, llora, mira con odio
a los provectos complacientes que protejo.
Hoy tu presa es mía muerte y te vas de vacío.

Aurora envuelve de luz radiante a los ancianos,
abren los ojos de nuevo al mundo, a la claridad,
logramos ganar la batalla a la noche eterna,
se fue el terror, el dolor, el miedo a la soledad.
Tranquilidad, respiración acompasada, calma,
ganó la vida a la muerte, la luminaria a la oscuridad,
el longevo a sus miedos, logré descanso y paz.


Autora: María Cruz Pérez Moreno


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